Llegar a San Sebastián o Donostia (en euskera) supuso conseguir por fin visitar uno de los lugares más bonitos de la Península Ibérica. Llevo viviendo cerca de 20 años en España y por una razón u otra siempre pasaba algo que me desviaba del camino para llegar a esta ciudad. Pero dicen que las buenas cosas y los manjares se hacen esperar. Esto es lo que pasó con San Sebastián. Tantas cosas por ver y disfrutar merecen la pena la espera. Situada a 20 km de Francia y dentro del Golfo de Viscaya se impone la Bahía de la Concha llamada así por su forma de concha y en donde podemos pasear a lo largo de 2 km por las Playas de Ondarreta y la Playa de la Concha, así como por la Isla de Santa Clara que se encuentra en el centro de la Bahía. Una tercera playa, la de Zurriola, con oleaje más fuerte es perfecta para los amantes del surf.
Pero San Sebastián va mucho más allá de la Bahía y sus playas, la ciudad se caracteriza por haber sido uno de los lugares europeos más abiertos al turismo desde principios del siglo XIX tras su reconstrucción del incendio de 31 de agosto de 1813. Gran parte de su arquitectura modernista está caracterizada por el estilo francés.
Destacan entre sus edificaciones la actual sede del Ayuntamiento inaugurado inicialmente como el Gran Casino de San Sebastián en 1897, un edificio al mejor estilo de la Belle Epoque y que en 1947 pasó a convertirse en el actual Ayuntamiento donostiarra. Igualmente el Teatro Victoria Eugenia, el Hotel María Cristina, la Basílica de Santa María del Coro, el Palacio de Miramar y lugares emblemáticos como el Puente de Zurriola, la Plaza de la Constitución y el Palacio de Congresos Kursaal inaugurado en 1999 y sede desde ese mismo año del Festival de Cine de San Sebastián, Festival por el que han pasado figuras como Hithcock, Orson Welles, Audrey Hepburn, Coppola, Spielberg, Penélope Cruz, Almodóvar, Truffaut, Meryl Streep, Oliver Stone, Polanski, Harrison Ford, Mel Gibson, Al Pacino, Jhonny Deep, Susan Sarandon, Brad Pitt y Quentin Tarantino entre una lista interminable de personajes del Séptimo Arte.
Conocida es la gran variedad de la gastronomía local, todo un paraíso culinario en su máxima expresión. En la mayoría de bares y restaurantes pueden encontrarse las famosas barras de pintxos vascos basados en su creatividad y experimentación de colores y sabores. Comer en esta ciudad puede llevarte a degustar menús y pintxos sin exceder los 15€ o si tu bolsillo te lo permite acercarte a uno de los 16 restaurantes con estrella Michelín con precios entre los 50€ y los 120€. Hay gastronomía para todos los gustos y públicos. No puedes irte de allí sin probar las almejas a la marinera, los chipirones en su tinta, el txangurro (cangrejo o centollo) a la donostiarra o el marmitako a base de bonito y patatas, todo esto acompañado de una Sidra del País Vasco o vino de la Rioja Alavesa y rematando con una bebida de patxarán.
A la hora de movilizarme por la ciudad descubrí que cuenta con 56 km de carril bici llamado “camino rojo” y también una amplia red de autobuses urbanos. Aunque lo que más llamó mi atención fue la gran cantidad de ascensores, escaleras y rampas mecánicas que facilitan los desplazamientos hacia los barrios altos y por supuesto el histórico Funicular (1912) que conecta la Playa de Ondarreta con la cima del Monte Igueldo.
San Sebastián, una ciudad para repetir o si el tiempo y las posibilidades lo permiten vivir allí una temporada.