Albarracín y sus maravillas medievales

Albarracín es un pueblo ubicado entre las montañas que bordean el río Guadalaviar. Llegar hasta su casco histórico desde la ciudad de Teruel nos lleva 37 kilómetros. Puedo decir, sin duda alguna, que este es uno de los pueblos medievales más bonitos de España.

Y no sólo por su entramado de calles estrechas y empedradas sino por todo lo que en su conjunto nos muestra: castillo medieval, muralla, catedral y el tono rojizo de sus casas, entre otras tantas maravillas.

Su historia medieval se remonta al siglo XI durante el período andalusí con la dinastía Banu Razin de donde procede el propio nombre de la ciudad. Siendo el Alcázar de Albarracín y su muralla elementos simbólicos de su entorno. Situada junto a la fortaleza se encuentra la Catedral del Salvador construida en el siglo XVI de estilo gótico tardío. Pero Albarracín en sí, es un conjunto de calles, casas, arquitectura, formas y gastronomía únicos.

Al caminar por sus calles, se encuentran rincones especiales como la Residencia de Pintores de la Fundación Santa María de Albarracín, una casa característica de la arquitectura popular de la ciudad, que luego de ser restaurada se ha convertido en un espacio cultural como residencia de artistas. Sin embargo, la Casa de la Julianeta es la fiel representante de esa arquitectura tradicional conservando sus tonos rojizos provenientes de cal, arcilla, cuarzo, entre otros, que le confieren su color característico. Al igual que la Residencia de Pintores, esta casa es ahora un espacio confluyente de ramas artísticas.

Albarracín tiene un sello de identidad que le confiere una particularidad en su arquitectura. A lo largo y ancho de sus calles se denota en la mayoría de sus viviendas la mezcla de madera y forja en sus balcones. Esto, sumado a la asimetría de las construcciones hacen que las casas denoten una fusión con las rocas y montañas de la zona.

Estar en uno de los pueblos más bonitos de España no sólo permite disfrutar de sus monumentos, sus vistas desde lo alto de la muralla o de las calles angostas con encanto. También supone disfrutar de su inmensa gastronomía entre la que destaca la gran variedad de setas. Otra buena elección son las migas de pastor elaboradas con pan tostado, verduras, carnes y uvas; delicioso si va acompañado de unos espárragos con jamón y ensalada fresca con frutos secos. Tampoco puede faltar pan de leña con aceite de oliva virgen extra y de postres, el tradicional arroz con leche o la pera al vino. Manjares del olimpo para chuparse los dedos. Pongo a Albarracín entre mi lista de “infaltables” por visitar y recorrer. Sin dudarlo, es un lugar cuyo encanto respira por cada callejuela sin distinguir estación del año. Verano, otoño, primavera o invierno serán perfectos para una escapada sinigual.

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